Después de hacer la figura de la mamá que llora por su hijo muerto en los bombardeos en Guernica, Picasso se obsesionó con la manera en que la pena desfigura la cara. Se pasó buena parte de 1937 haciendo iteraciones de esta mujer llorando hasta que llegó a ésta que es, creo, lejos la más potente (y mi pintura favorita). No sé qué es lo que la hace tan impactante pero creo que tiene que ver con lo dramático del tema (el dolor inimaginable de perder a un hijo) tratado con los colores más alegres. Mi teoría es que en ese contraste aparece la belleza.
En mi versión busqué darle más profundidad a los colores para ver si quedaba mejor pero Picasso es insuperable.
Óleo sobre cartón.
48 x 32 cm.
